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miércoles, 7 de abril de 2010

El acebuche viajero.

El árbol más fuerte y frondoso vive de lo que tiene debajo.

Durante la exposición de bonsái de Puerto de la Cruz del pasado mes de diciembre, conocí casi por casualidad a Bernardino Pérez, que es presidente de la asociación de bonsái de Huelva. Entablamos amistad y el me prometió, como “intercambio cultural”, que me enviaría un acebuche (Olea europea sylvertis).


El pasado 22 de marzo lo puso en correos y después de un periplo de 16 días por la geografía nacional (de Huelva a Madrid, de Madrid a no se donde, de no se donde a Tenerife) y de tenernos, tanto a el como a mi con el alma en vilo, hoy ha llegado. Estoy pensando en llamarlo Marco Polo.


La emoción al abrir el paquete fue doble. Por un lado, ver como era el árbol, pues no lo conocía y por otro, el comprobar su estado. De ambas cosas quede muy satisfecho, pues el árbol me encantó y no sufrió graves daños en su encierro involuntario, en gran parte por el trabajo que le hizo Bernardino a la hora de embalarlo.


El sustrato después de esos días aun estaba húmedo. Sus yemas habían brotado de forma hilada y de color pálido, debido a la falta de luz.


Incluso creo reconocer unas raíces brotando en un lateral del tronco, así como algunos chupones.





Lo siguiente será dejarlo descansar para que se recupere de su jet lag particular. Cuando esto suceda, lo sacaremos de la maceta para ver el neberi y así empezar a decidir el futuro diseño, pero esto lo dejaremos para otra entrada. Por ahora les dejo con las fotos desde los diferentes ángulos.

1 comentario:

  1. muy bonito el arbolito,y una suerte que no le ocurriese nada grave .Un saludo amigo

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